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BIOGRAFIA

Nací cuando la guerra asolaba al mundo y Buenos Aires era un hervidero de inmigrantes entusiastas para quienes hacerse la América no era un albur, como dice el tango, sino un objetivo posible compartido por todos.


A los 20 años, habiendo recibido formación como ilustrador de cuentos en el taller Zunino, pianista clásico en lo del profesor Zaturansky y tenedor de libros en el Pellegrini, decidí que lo mío no era ni la música ni los asientos contables y cursé arquitectura en la bizarra facultad de los ´60, ganándome la vida como ilustrador de perspectivas.
 

Para entonces Buenos Aires había cambiado dramáticamente, ya no era la alegre ciudad de mi infancia y la fantasía del crisol de razas había terminado en años de dictaduras, golpes, muertes, desapariciones y guerras. En esos años conocí a Lili, el amor de mi vida, con quien construí una bella y amorosa familia.
 

En la azarosa vida del arquitecto, la pintura en solitario aportó el equilibrio que mi espíritu necesitaba. Sin comitentes, sin pretensiones de éxito ni dinero y sin la censura de galeristas ni marchands, pude por décadas pintar por el mero placer de hacerlo, como quien dice algo sin necesidad de ser escuchado y sin tener que pintar para vivir, hasta que hoy, por primera vez, buscando encontrar en la mirada de lo demás otro sentido a lo que fue hecho sin objeto, decidí mostrarme en la retrospectiva que inauguraremos el próximo 27 de Abril en el Salón Discépolo del Hotel Abasto de Buenos Aires.
 

Ser pintor lleno mi vida de luz y color y aunque no puedo asegurar que mis obras sean buenas, sé que lo fueron cuando las imaginé, entonces, por qué no pensar que quizás, en la alquimia de quién las observe, vuelvan por un instante a ser tan perfectas como en aquel momento, y si ese milagro ocurriera y por ello algún visitante se llevara en sus ojos, su cabeza o su corazón algún fragmento de mis cuadros, va a ser muy gratificante, pero si así no lo fuera, bueno habrá sido el intento.


Eduardo Vainstein
Marzo-2022

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